Tras la declaración del estado de alarma, la atención primaria y la hospitalaria ha priorizado a los enfermos de COVID-19.
Los expertos han advertido que muchos padres no llevan a sus hijos al pediatra debido al miedo al contagio en los centros sanitarios. Lo mismo ocurre con personas de alto riesgo que deben acudir a su centro de salud.
La Asociación Española de Vacunología anuncia un repunte de sarampión y meningitis en niños y personas vulnerables al observar cómo ha disminuido el número de vacunados durante este confinamiento.
Meningitis
Según la Asociación Española de Pediatría, cada año se detectan 300 casos de meningitis y sepsis, de los cuales, un 10% de los diagnosticados fallecen.
Los niños que superan esta enfermedad sufren graves secuelas. Entre ellas, la pérdida del sentido del oído y la vista, amputaciones y otros pueden padecer ataques epilépticos a raíz de estas enfermedades meningocócicas.
Actualmente, existen hasta cinco vacunas para hacer frente a todos los tipos de meningitis causadas por bacterias en niños.
Tres de ellas llevan años incluidas en los calendarios vacunales oficiales de todas las comunidades autónomas.
Sarampión
Más de 117 millones de niños, en más de 30 países diferentes, se podrían quedar sin la vacuna del sarampión a causal del coronavirus. Así lo ha informado la asociación global 'Iniciativa contra el Sarampión y la Rubeóla'.
Hasta 24 países han tenido que retrasar las campañas de inmunización previstas para este año, pese a que Hans Henri P. Fluge, Director Regional de la OMS en Europa, lanzó un mensaje durante la Semana Europea de la Inmunización pidiendo “no bajar la guardia sobre las vacunas”.
La Asociación Española de Vacunología pide que se sigan las recomendaciones del Ministerio de Sanidad y se vacunen los grupos prioritarios. Es decir, lactantes hasta los 15 meses, embarazadas y niños y adultos que pertenecen a grupos de riesgo ( eculizumab y trasplantados).
Según el Ministerio de Sanidad, el resto de vacunas se pospondrán hasta que se normalice la situación actual.
El acceso a las vacunas es un bien público que debería mantenerse incluso en tiempo difíciles. Así se evitan repuntes inminentes y drásticos en una población que es considerada de riesgo.
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